“Estás sin duda atravesando un momento de gran crisis y eso, aunque te suene raro, es maravilloso porque los momentos de crisis abren la puerta a grandes oportunidades”. Estas fueron las palabras de Jennifer (mi psicóloga) la mañana de un sábado de mitad de 2019 en Caracas, Venezuela, justo después de que yo terminara de llorarle durante 45 minutos por lo que aún hoy reconozco como uno de los episodios más angustiantes de mi vida.
Claro que en ese momento no lo entendí; me atrevería a decir que incluso pude haberme ofendido, y miren que en terapia suelo abordar mis dramas con algo de humor y lógica, pero ese día no lo conseguía. Ese día yo solo quería llorar, quejarme, prolongar mi lamento con preguntas para las que tampoco quería respuestas, y que alguien me sobara la espalda asegurando que yo tenía razón, que todo lo que acababa de contar era injusto y que no había ningún sentido en que algo así estuviera pasándome.

Jenni reconoció -con palabras también muy suyas- que en ese preciso instante lo primero (capaz lo único) que yo necesitaba era “hacer como los gatos, y lamerme las heridas”. Darme chance para asimilar, curarme, abrazarme o buscar abrazo y consuelo porque me acababan de abrir con toda la mano una herida bien profunda, que yo ni sabía que tenía, y se sentía como si por ahí se me estuviera saliendo toda la sangre del cuerpo, la identidad y cualquier certeza sobre mi misma que hasta ese momento creyera manejar…
Como era lógico, el tiempo le dio la razón a esta mujer maravillosa y con un poco de perspectiva y bastante trabajo en mi madurez emocional, terminé adoptando sus palabras casi casi como un mantra. Porque, hermana ¡Que vaina TAN cierta! CUALQUIER momento de crisis trae consigo -SIN DUDA- una oportunidad. Peeeero primero necesitamos parar y lamernos la herida (cualquiera que sea).
Lo que sentimos es tan importante como aprender a transitarlo dándole una validez proporcionada. Tener el espacio para atravesar un malestar es fundamental si queremos curarlo y el tiempo que esto tome es absolutamente personal. Dependerá del tipo crisis que estemos atravesando, de la dimensión del “daño” que sentimos que nos ha causado, pero también de la versión de nosotros mismos que estamos siendo a cada momento y las herramientas que manejamos.
La Kris que fui en esa consulta en 2019 apenas estaba descubriendo que tenía heridas y deseaba con todas sus fuerzas hacerlas desaparecer. La que escribe estas líneas está aprendiendo cada día a darles amor para que cicatricen y prestarles atención cuando escuecen. Entendí lo que quiso decir Jenni ese día, llorando todo lo que fue necesario al volver a mi casa. Y lo recordé hace poco, llorando todo lo que necesitaba en la casa de mi madrina.
“Nanai, amiga” me dijo Cami -con su tono dulce al que se le desbordan agudos chilenos-, la primera vez que me vio entrar triste a un turno de trabajo. En Quechua, nanai evoca no solo la idea de dolor, sino también la ternura que busca aliviarlo, como una caricia muy tierna con la que se trata de calmar la pena. Una caricia con el corazón.
Hay un tiempo para todo -dice la Biblia en la que creo-, así que cuando llega la crisis, sintámosla. Y antes de que hablemos de la oportunidad que trae… Te mando nanai, amiga, mucho nanai.
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Comentarios
Mis amigas y yo soliamos juntarnos a llorar. Porq? No se siempre habia algo. Un corazon roto, un empleo perdido. Por todo y por nada al mismo tiempo.Solo porq si. Era como el ritual del novenario de donde sales ligerito.
Siempre he considerado un acto de valentía el revelar la verdad del dolor, el lamento, el crujido, la no pose.
Te quiero inmensamente y aprendo de ti
Ti amo mi amor
Como un gato... y seguir.
Fan ❤️🩹
Yo también me lamí las heridas y luego me transformé en una gata en celo. Nadie puedo determe despuesh. XD Shaludos.
Tenemos una amiga en común que te tiene mucho aprecio y me recomendó leer esto.
No imaginé que me sentiría tan identificado. Aprecio que hayas encontrado las palabras y el tiempo para compartirlo. Gracias.